By Cookin'Up | Published | No hay comentarios
Siempre digo que Benavente, ciudad donde vivo, bebo y trabajo, está perfectamente situado, y no por ser nudo de comunicaciones (historia política que nos vendieron hace años para quitarnos el tren) sino por ser un enclave privilegiado para el enófilo, ya que gozamos de una cercanía relativa con muchas, y muy buenas, zonas vinícolas tales como: Bierzo, León, Rueda, Ribera del Duero, Arribes, Sierra de Salamanca, Tierra del Vino de Zamora, Valles de Benavente y Toro, esta última la perla de la provincia de Zamora y la protagonista de este nuevo post.
Innumerables son las veces que recorro los 74 kilómetros que me separan de Toro, ciudad con un encanto y atractivo especial, que además cede nombre a una denominación de Origen que abriga unos vinos con carácter propio y larga historia.
La última vez que “aterricé” en la villa de Jesús López Cobos (Toresano director de música, Premio Príncipe de Asturias de las Artes) fue el pasado lunes 12 de diciembre y con inmejorable compañía, atendiendo a la llamada de mi gran amigo, padre en ausencia del mío, y bodeguero Juan Antonio Fernández y os aseguro que lo hice con las mismas ganas y emoción que la primera vez que pise Toro.
En esta última visita he de decir que todo se alió en beneficio del disfrute, incluso la incómoda niebla, que llevaba por estos lares demasiados días seguidos, se tomo un descanso para contribuir a engrandecer el día, permitiendo contemplar el silencio y profundo descanso en que se encuentra en este momento la viña.
Puntuales a la cita nos presentamos en bodegas Liberalia. Para mí, ir a casa de un amigo lleva implícito una inmensa tranquilidad y la seguridad de que la jornada va a ser un éxito….. y así sucedió!!. No pudimos empezar mejor, nos recibió el maestro bodeguero o mejor dicho y al estilo jerezano, El Capataz Ángel, una persona que maneja de forma impecable todas las disciplinas del vino, desde la viña hasta la cata. Junto a él Silvia Garzón, la siempre eficaz, que derrocha empatía y saber estar. Ella nos puso en manos Juan Antonio, que después de sinceros abrazos y besos, nos habló de su proyecto desde que surge la idea (aún recuerdo una charla que tuvo con mi padre, en el antiguo Restaurante California, frente a una cazuela de bacalao allá por el año 95 >>Nino voy a montar una bodega en Toro<<) pasando por el presente, que se encuentra sumergido en la buena situación de la marca en el mercado nacional e internacional, el remate de las instalaciones, la creación de “la sacristía” y un montón de ideas que todos los días llaman a su cabeza. Hasta fue capaz de predecirnos el futuro de Liberalia, que sin duda está ligado a su encantadora y hábil hija Beatriz, otra joya de la casa, es el detalle en estado puro, se nota su presencia incluso cuando está de viaje por el Mundo dando a conocer sus vinos a futuros clientes.
Mientras Juan Antonio nos cuenta, en la zona de depósitos, como sus vinos son numerados como el perfumista francés Chanel, sus palabras se van instalando en nuestra memoria, al ritmo de las partituras de Vivaldi que se dejan oír a través de la escalera que conduce a la parte inferior de la bodega, dormitorio de barricas y botellas, donde suena sin descanso música clásica que acompaña la crianza de sus vinos, e imprime emoción al momento que estamos viviendo.
Llega la cata, ¡pero tranquilos!, no pienso aburriros con inútiles palabras sumilleriles para describiros los vinos (rojo picota, aromas de cuero, recuerdos de semana santa, frutas imposibles y demás atributos innecesarios) ¡los vinos están muy buenos y punto!. En los tintos, como no podía ser de otra manera, manda la Tinta de Toro, y dependiendo “el número”, acariciarán más o menos el roble de tostado medio. Entre medias un blend de culturas, países y vinos, un atractivo tinto Hispano-Portugués, que elaboran con Quinta do Portal, donde la Touriga Nacional, La Tinta de Toro y la Tinta Roriz van de la mano como amigas íntimas. También pasó por nuestras copas el atrevido y revoltoso espumoso (ARIANE) que no te deja indiferente, catando antes el vino base del 2016. Le siguió un blanco 100% Verdejo de Zamora que aún está en “pañales” y que catamos a pie de depósito, una versión de la verdejo lejos del aburrimiento y con mucho volumen gracias a las lías y del cual estoy seguro que dará muchas alegrías a la casa. Y por último y sabiendo que “a nadie le amarga un dulce” un delicado Moscatel con Albillo que combina a la perfección la golosidad con una afilada acidez.
Recordando la palabras de Guillermo Cruz <<el vino esta hecho por personas para personas>>, me doy cuenta del valor y la importancia que tiene el que detrás de un vino haya un vinculo especial, no solo con la tierra y el clima que lo damos por hecho, sino con las personas que intervienen en el resultado final, esas personas que aportan alma al contenido de cada copa para multiplicar el placer. Y esto ocurre en esta casa sobre todo por culpa de Juan Antonio, persona realmente encantadora, que regala palabras llenas de razón y experiencia, que además es amante y practicante del arte, la música, el cine, el teatro y la buena mesa. Ejerce como nadie de anfitrión y convierte cuatro horas de charla y descorches en una auténtica experiencia. Es de ese tipo de personas que te miran y hablan a la vez, para que compruebes que lo que está contando es verdad.
El último tramo de la jornada lo compartimos con Silvia García, tan encantadora como enóloga, que nos mostró su entusiasmo con en el proyecto y su forma de pensar a través de los vinos. Compartió con nosotros no solo su valioso tiempo, también su saber y sonrisa, aguantando una interminable batería de preguntas, resueltas todas ellas de manera impecable.
El viaje de vuelta estuvo a la altura de un gran día. Saúl trataba de adaptar lo aprendido a su bodega particular, incluso nos hacía ver con palabras donde situaría los rosales, como en la viña de Liberalia, los cuales ejercen como infalibles avisadores de plagas. Noelia Panero, como es habitual en ella, no bajaba de los niveles máximos de emoción por lo vivido, no me cansaré de decir que tiene unas cualidades únicas para dedicarse a la sumilleria, durante todo el día se mantuvo atenta a lo que sucedía…. escucha, anota, piensa y calla, para después preguntar con rigor. Joaquín analizaba el comportamiento de la tinta de toro dependiendo de la añada y manifestaba su pasión por los Liberalias de larga crianza. María y Susana debatían sobre cuál era el mejor de los blancos catados y por último Paul, ¡el gran Paul!, perfecto metabolizador de datos y agradecido sin límites, que aunque su guerra y pasión está en los fogones, no pierde de vista la copa. He de confesar que Paul se ha convertido, en muy poco tiempo, en ETERNO amigo y compañero. Es ejemplo de formación, energía, experiencia y actitud, al que SIEMPRE apetece escuchar, incluso cuando canta a capela por Juanito Makandé o Andrés Calamaro.
Esa misma noche, sentado en mi viejo sofá bebiendo amontillado “El Tresillo” y escuchando a Manolo Caracol por fandangos, reflexiono y llego a la conclusión de que lo más gratificante en esta vida es compartir tu tiempo con buena gente. Y por fortuna a mí esto me sucede cada vez más. Sante!!
MARCEVINO
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